La reciente muerte de Beatriz Sarlo, una de las intelectuales más influyentes de la Argentina, no solo dejó un vacío en el ámbito cultural, sino que también desató una inesperada disputa por su herencia. Sin hijos, hermanos ni familiares cercanos reconocidos públicamente, la sucesión de sus bienes enfrenta ahora un escenario inusual.

Los dos posibles herederos que surgieron tras su fallecimiento son su exmarido —de quien estaba separada desde hace más de cuatro décadas— y el encargado del edificio donde vivía. Este último presentó ante la Justicia porteña un testamento manuscrito, fechado en agosto de 2024, en el que Sarlo lo habría designado como responsable de su departamento y del cuidado de su gata.

El documento, un testamento hológrafo, fue analizado por peritos caligráficos y autenticado como legítimo. Sin embargo, abogados especialistas en derecho sucesorio advierten que este tipo de testamentos, aunque válidos, deben cumplir con ciertos requisitos formales para tener efecto pleno sobre bienes inmuebles. Esto abre una instancia judicial compleja en la que se evaluará no solo la validez legal del escrito, sino también la voluntad expresa de la escritora.

Por su parte, el exmarido de Sarlo, residente en Chile, también presentó un reclamo legal. Aunque separados desde hace más de cuarenta años, nunca se divorciaron formalmente, por lo que figura como su único familiar legalmente reconocido. Esto le otorga derechos sucesorios directos, lo que podría invalidar parcialmente el testamento del encargado.

La disputa, que ya comenzó a tomar forma en los tribunales porteños, promete prolongarse. Mientras tanto, el legado intelectual de Beatriz Sarlo permanece intacto, aunque su patrimonio material se haya convertido en el centro de una inesperada controversia.